Hay libros que asombran. Alguna vez fuimos lectores adolescentes y con legítimo asombro navegamos las aguas del Mississippi junto a Huck y el negro Jim; o a bordo de la Hispaniola, en un viaje aún más dilatado, llegamos hasta la pantanosa isla que escondía el tesoro. Después perdimos la adolescencia y también la capacidad de asombro. Por fortuna, de tarde en tarde aparece algún nuevo libro que nos permite recuperar algo de aquella pérdida.
Sol de patio es uno de esos libros. Tuve el privilegio de leerlo cuando, junto a Martha Mercader y a Marcelo Zamboni, me tocó ser jurado del Concurso de Novela del Fondo Nacional de las Artes.
Recuerdo que a la hora de otorgar el primer premio no dudamos un instante. Alejandro Martino nos había asombrado. No precisamente por el tema que proponía —a esta altura de la literatura los temas en sí han dejado de asombrar— sino por la manera en que ese tema estaba contado; por el modo en que Martino lo contaba. Para comprender esto, para vivir ese asombro, sólo basta con recorrer las páginas de Sol de patio, basta con dejarse llevar por las palabras que Alejandro Martino articula con deslumbrante sabiduría. Vale la pena hacer la experiencia.
La narrativa argentina contemporánea no abunda en novelas en las que la simpleza y la emotividad se destaquen como virtudes. Sol de patio podría ser uno de esos infrecuentes casos en los cuales la ausencia de grandes pretensiones racionales se transforma en un factor que captura la simpatía del lector.
La historia se sitúa a mediados de los años 60, y gira en torno a las preocupaciones cotidianas de un chico que cursa la escuela primaria. Su nombre es Alejandro Martino (homónimo del autor) y se propone ejercitar su escritura para presentarse al Concurso de Composiciones de la editorial Estrada, mientras espera que su amigo Rubén -quien ha sido internado- salga del hospital y retome su habitual rutina de juegos con él.
El libro está armado, básicamente, a partir del conjunto de textos escritos por Alejandro en el lapso transcurrido hasta el concurso y el regreso de su compañero a la escuela. Comprende composiciones sobre cuestiones ligadas a los descubrimientos que el chico hace cada día (los abuelos, el alma, la "cupé", el arte, etc.), las cartas que les escribe a Rubén y a su maestra, y un diccionario "personal" cuyo ordenamiento evidencia la arbitrariedad que siempre suponen las clasificaciones.
La originalidad de la novela reside en que construye un mundo repleto de ternura y asombro, presentado a través de una mirada libre de cualquier signo de cinismo o malicia. En realidad, lo que su imaginario refleja es ese paraíso perdido que a menudo los adultos creen que ha sido el mundo de su infancia.
Martino publicó Sonoridades argentinas de la flauta traversa y 25 variaciones sobre un tema de Augusto Monterroso. Sol de patio , ganadora del Primer Premio de Novela del Fondo Nacional de las Artes en 1998, completa su entrañable e idílica versión de la niñez con un final feliz.
Florencia Abbate
20 de agosto de 2000
La Nación
Comentario de Osvaldo Gallone leído en la presentación del libro en el Fondo Nacional de las Artes, el 6 de octubre de 2000
Sol de patio es una novela de iniciación, lo que los alemanes dan en llamar Bildungsroman, texto de iniciación, pero también inicial; fundacional, pero también fundante. En principio, es una notable evocación de la infancia, lo cual no sería poco; pero es mucho más: es una recuperación. "Sólo una cosa no hay: es el olvido", dice Borges; aquí sólo una cosa hay: es el recuerdo. Una memoria minuciosa y una estética límpida que recrea los años de formación sin abandonarse jamás a la sensiblería del estereotipo.
Es una infancia de sueños, aventuras y aprendizaje, pero también de dolor, desgarros y adioses que se adivinan definitivos. La infancia es bella, dice el clisé; pero también es otra cosa, parece responder Sol de patio.
El niño Alejandro Martino, protagonista narrador del texto, ávido de búsquedas y anhelante en su avidez, crea un diccionario de "palabras por zonas" -acaso uno de los pasajes
más memorables de la novela-: "palabras de caramelos", "palabras con todas las vocales", "palabras cuyo significado no debe tomarse al pie de la letra", etc. No deja de ser reconfortante -a la luz de una novela como Sol de patio- advertir que el adulto Alejandro Martino sigue conservando la misma avidez de la infancia y continúa jugando con las palabras -un juego serio, un juego al que le conciernen la memoria y el olvido-, un juego que puede dar como resultado un texto soberbio como es Sol de patio.
Martino no pertenece a ningún círculo literario, no pertenece a ningún grupo determinado, no forma parte de ninguna capilla en especial. Pero tiene lo único que ninguna capilla, circulo o grupo puede otorgar: la sensibilidad necesaria para transmitir emoción a quien lo lee. Por eso es un escritor.
Osvaldo Gallone
Comentario de Martha Mercader del mismo día
“Sin piolín no hay barrilete...”. Este libro tiene mucho piolín y su autor lo sabe manejar. Él mismo lo explica:
Es todo un arte,
de mago y duende
crear la vida
con un piolín,
como los pibes
de acá a la vuelta
que hacen milagros
con un piolín,
y con los cables
y con las ruedas,
con tres piedritas
y una lombriz.
Texto escrito especialmente para la oportunidad por Alejandro Martino, a la manera de agradecimiento.
Tengo el recuerdo de cosas perdidas volando por el cielo. O mejor, tengo recuerdos casi perdidos de cosas que volaban. No el mero avión comercial, que cada día vuela con mayor frecuencia y estruendo, sino el vuelo de aviones de madera balsa o de papel, de biplanos verdaderos enarbolando una pancarta, y de altísimos aviones como brillos pintando con humo blanco la sábana celeste y lisa.
Título: Sol de patio Género: novela Editorial: Simurg Año de edición: 2000 Formato: 14 x 20 cm Cantidad de páginas: 193 ISBN: 987-9243-42-0 Diseño: Editorial Simurg Reproducción de la portada:Dos amigos y un misterio
de Alejandro Martino Premios: Primer premio del Fondo Nacional de las Artes de 1998
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La novela Sol de patio inspiró al guitarrista y compositor Edgardo Acuña para crear la música de una canción.
Con posterioridad Alejandro Martino escribió la letra. Aquí pueden escucharla cantada por Edgardo Acuña y Jorge Guillermo.