¿Cuál es la historia que les cuento en las páginas de Sol de patio?

     Tengo el recuerdo de cosas perdidas volando por el cielo. O mejor, tengo recuerdos casi perdidos de cosas que volaban. No el mero avión comercial, que cada día vuela con mayor frecuencia y estruendo, sino el vuelo de aviones de madera balsa o de papel, de biplanos verdaderos enarbolando una pancarta, y de altísimos aviones como brillos pintando con humo blanco la sábana celeste y lisa.

     Hoy creo que las cosas que vuelan con belleza pertenecen inexorablemente a la infancia. Los panaderos, los barriletes, las mariposas y los pájaros. Me indicarán con razón que los pájaros aún vuelan y son los mismos, que si eran bellos siguen siéndolo, a lo que respondo que salvo los nuevos zorzales, más audibles que vistos, no hay sorpresa en la ciudad. Reitero: los zorzales por novedosos merecerían pertenecer a la infancia.

     A los panaderos había que cazarlos, sacarles el pan, comerlo -decepcionaba un poco su gusto a nada-, pedir tres deseos y con un soplo reintegrarlos al aire y a la bandada, porque los panaderos volaban en grupos.

     De la alta rama al suelo había un vuelo fugaz difícil de ver: el helicóptero. Ver un helicóptero tenía el efecto contrario a la visión de un gato negro. Era posible recoger del suelo y tirar hacia arriba con fuerza la hélice natural del fruto, pero Así no vale –decíamos.

     Nunca supimos los nombres de las plantas y árboles que los ponían en el mundo, porque en realidad esas plantas y esos árboles no existían, sólo había panaderos que eran panaderos y helicópteros que eran helicópteros.

     De todas formas nosotros volábamos como los colibríes.

     Conservo recuerdos vagos pero fieles de luces distantes como estrellas o tan cercanas que parecían salir del dedo índice o de la frente. Dos cablecitos, uno rojo y otro azul, una pila grande y una lamparita. En la base de la pila, el cable azul se suelda con lacre y al otro extremo se lo envuelve en la rosca de la bombita. También con lacre, aunque en una operación más delicada, se afirma el cable rojo al punto sobresaliente de la base de la lámpara, podría haber dicho al punto sobresaliente del culote si no fuera porque por entonces esta palabra me remitía a otra parecida que siempre buscábamos en los diccionarios con resultado incierto.

     Sabíamos bien que a la hora de la siesta el galpón de chapas de zinc completamente cerrado era igual a una noche estrellada. La luz del sol se colaba por los agujeritos de las chapas y las estrellas aparecían a las cuatro de la tarde. Por eso teníamos dos teorías del cielo y de la noche:

     Teoría 1: Las estrellas son almas que brillan en el cuenco de la noche.
     Teoría 2: El cielo es un telón negro que cae al morir la tarde, de tanto subir y bajar se le van haciendo agujeros.

     De todas formas, como las luciérnagas, nosotros vivíamos con luz propia.

     Tengo también el recuerdo confuso de algunas historias. O mejor dicho, las historias que por entonces no lo estaban tanto, ahora se me han arrevesado y confunden mi entendimiento.

     Un hombre recto que atraviesa el camino más difícil para liberar a nuestros hermanos. Otro hombre voluntarioso pero con fracasos que le entrega su ejército. Un astronauta soviético que sale de su nave y pasea por un espacio vacío. Piluso y Coquito preparando huevos fritos con aserrín, y su mamá -como la nuestra- llamándolos a tomar la leche. La peculiar historia de un hombre de barba que era hijo y era Dios y era además una tercera cosa. Que mientras apenas supimos qué cosa era la sangre, él ya  estaba convirtiéndola en vino. Y la terrible impresión que nos produjo verlo resucitar con su cuerpo tan maltrecho.

     También había una historia familiar. ¿Quién nació primero?, ¿Qué es un tío?, ¿Y un primo?

     Abuelo quiere decir padre del padre o padre de la madre. La definición es correcta, pero eso era muy poco, nada, comparado con lo nosotros sabíamos que era un abuelo.
La extraña tarea de atravesar la pampa para llegar al mar sabiéndolo tan cercano, a continuación del río, que por otra parte es tan ancho como otro mar.

     Que las ciudades antes eran más bellas y que una rambla monumental y hermosa solo existe en el recuerdo.

     -¿La única manera de hacer algo perfecto es utilizando un compás?
     -¿Qué son los unicornios?
     -¿El ave fénix existe?
     -¿Desde cuándo las canciones curan?

     De todas formas, y en definitiva, venciendo tantas oscuridades de la memoria, hoy sé que hubo una historia clara. La que me hace vivir.

     Es la historia que les cuento en las páginas de “Sol de patio”.


© Alejandro Martino