Sol de patio
de Alejandro Martino

El diccionario
Metro

 

El metro es una salvación para la humanidad. Antes de la invención del metro las cosas se medían según el tamaño de los pies o de los dedos de los reyes, sobre todo por el pulgar. No era lo mismo un rey Ona que un rey de Francia, ni un rey Zulú y mucho menos un rey Pigmeo, entonces, lo que para un francés era poco para un pigmeo era muchísimo. Había, además, un problema muy grande: cuando cambiaba el rey había que llamar distinto a la medida de las cosas, por ejemplo: el largor (esta palabra es de Rubén) de una carroza era igual a 7 en épocas del Rey I, al morir este rey y poner otro, tomemos por caso el Rey II, el largor de la carroza pasaba a ser 9. Para evitar todos estos problemas se inventó el metro. Pusieron al argentino, al chileno y al inglés que hicieron el mapa de la división política, a medir todo el planeta de polo a polo y después dividieron ese número por una medida que tomó el astronauta ruso desde su nave espacial. El resultado de la división dio igual a un metro. Ahora bien, ya que estaban en tren de modificar, modificaron aún más y dijeron que todas las cosas tienen que poder dividirse por el número 10: un siglo, un metro, un niño (¿por eso mi abuelo dijo que cumplir los 10 es importante?), un impuesto [el diezmo], etcétera. Ustedes se preguntarán por qué por 10 y no por 13, por ejemplo. La respuesta es muy sencilla: se divide por 10 porque 10 son los dedos que tienen los reyes en las manos (y en los pies) y aquí no hay problema con el tipo de rey de que se trate, da igual, todos los reyes tienen diez dedos arriba y diez dedos abajo. Y también porque 10 es la suma de 1 + 2 + 3 + 4.

     Yo tengo mucha idea de cuánto es un metro porque lo marqué en la pared del patio, desde el suelo para arriba, al lado del lavarropas y ahí vamos viendo como crecemos (seguro que cuando Rubén vuelva nos va a ganar a todos porque en la cama se pega el estirón). Para marcarlo no usé ninguno de los metros de hule que hay en los costureros de las casas porque esos se estiran y vienen a ser como un pie de otro rey. Usé un metro de carpintero que, como no podía ser de otra manera, son de madera. Aunque en realidad para no equivocarme debí marcarlo con un metro de platino que es el metal más noble y más inalterable, pero de ésos hay uno solo y está guardado en algún lugar secreto de París. Yo lo llamo el metro del mundo. El metro del mundo está muy bien guardado porque si alguien llegara a serrucharle un pedazo o a soldarle otro comenzaríamos nuevamente la larga historia de los reyes. Fíjense lo importante que será el metro del mundo y lo muy orgullosos que están los franceses de cuidarlo, que ellos llaman “Metro” a lo que nosotros llamamos “El Primer Transporte Subterráneo de América”, o sea, abreviando, el subte.

 

© Alejandro Martino