Encuentros en el parque, así se llamaba una seguidilla de eventos en las plazas de Buenos Aires durante la primavera del ’84.
Allí, en el Parque Pereyra de Barracas, escuché por primera vez a Tantanakuy.
Entonces andaba yo haciendo mis primeras armas con la flauta. Y ahí estaba el trío Tantanakuy: guitarra, canto, percusión y… ¡flauta traversa!
Ya rondaban por mi cabeza y mi corazoncito desde hacía rato Uña Ramos, Urubamba, en fin… “vientos andinos”. Pero, a mi me gustaba la flauta ¿cómo hacer?
Esa “otra flauta” que tocaba Alejandro Martino me sonaba como más criolla, aunque también tenía el sonido limpio propio de la traversa.
Me las ingenié de modo de enterarme en dónde tocaban otras veces y allí fui.
No fue cosa de imitar. Justamente lo que recibí de aquella flauta es que no imitaba al siku, me lo recordaba. Era como si me dijera: “mira a mi me funciona así, vos verás que hacer”
El poeta del haiku, Basho, escribió: no sigo los pasos de los antiguos, busco lo que ellos buscaban.
Y así fue, hallé la punta del piolín de un camino para encontrar la flauta que estaba dentro de mi flauta o, mejor aún, el flautero dentro del flautista. |
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Flautistas del sur. Andrés Sandoval, Alejandro Martino y Héctor Torres
Con el tiempo, afortunadamente, conocí a Alejandro y sus clases. Bastantes años después (ya viviendo en Bariloche) encontré, en un viaje a Buenos Aires y en el riguroso paso por las casas de música, Sonoridades argentinas en la flauta traversa. Un libro “generoso”, claro y directo en su didáctica. Era la sistematización de las herramientas de aquella “flauta criolla”. Sonoridades… no me “enseñaba” por dónde ir, me regaló una brújula y un par de botas de explorador.
Está bueno recordar esto, es una manera de homenajear a cómo una música sincera, valiente y personal le muestra puertas al que escucha.
Claro, está en uno abrirlas y recorrer el camino al que conducen.
¡Flauteriles gracias, Tantanakuy!
Héctor Hugo Torres
Bariloche, verano del 2015 |