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La venturosa luz de la mañana
(805) en ellos puso una sonrisa leve.
El optimismo, oculto cuando llueve,
movió las piezas buenas del que gana.
Y un empujón gentil, fuerza lejana,
honda flor ancestral, sus cuerpos mueve
(810) logrando que la luz vida renueve,
pétalos desecados en manzana.
Tan pronto un rayo cruel y desmedido
vino a opacar su día de un plumazo:
Raquelita ha rozado, en un descuido,
(815) de un muy colérico porteño el brazo.
—¡Qué cabecita negra! —ha proferido,
partiendo la sonrisa con un mazo. |