Veinticinco variaciones
sobre un tema de Augusto Monterroso
de
Alejandro Martino

24. PREMONICIÓN


     Cuando el dinosaurio despertó, el hombre todavía estaba allí.

     No en persona, es cierto, porque hombres y dinosaurios vivieron separados por una brecha de millones de años, pero la imagen monstruosa del hombre había pasado de sus pesadillas a la vigilia.

     El día que soñó con él por primera vez, se despertó rugiendo en medio de la noche. Describió a sus padres la horrenda criatura. Dijo que pocos pelos, que manos con pulgares oponibles, que poca fuerza. Dijo que cabeza grande, que espalda erguida. Dijo pequeño y muy enclenque. Pero lo espantoso, dijo el dinosaurio a sus padres, “lo espantoso es que ese hombre manda”.

     —¿Desde cuándo un muchacho fuerte e inteligente como tú le teme a las criaturas nacidas de los sueños? —le preguntó la madre. Lo aplastaremos de una pisada.

     El padre lo miró más serio.

     Luego, la pesadilla se repetiría.

     El padre se ocupó del asunto.

     El hijo enflaquecía, callaba, casi no dormía.

     —No te sientas solo, hijo, otros hermanos soñaron con lo mismo... Eso se llama premonición. Siempre atendimos a las premoniciones. Estás viendo en estas noches lo que ocurre en el futuro.

     —Padre, le tengo miedo al futuro.

     —Algo vamos a hacer, hijo, algo vamos a hacer.



© Alejandro Martino