Veinticinco variaciones 20. EN LA MITAD DEL RÍO
Sintió en la piel los poros enardecidos de punta, como potros, y la mano de ella —domadora— galopando, galopando. Ella sintió lo mismo. Se lo dijo con los dientes y soltó el freno. Animando, rebotando. Pero en el sueño, él soñó y se lo dijo: —¡Esto es un sueño! ¡No lo crea, prenda! ¡Es un sueño! Ella dijo: —Sí. Qué nos importa. —Los sueños acaban —dijo él. —¿Más que nosotros? |
—Ni más, ni menos, sino antes. Ella dijo: —¿Sí? Qué nos importa. Y no hable tanto en la mitad del río. Sintieron en la entraña la electricidad mágica de cada cuerpo. Que nacieron dos y ahora son uno, galopando, galopando. Detrás del horizonte hay un abismo. Galopando, galopando. Y el horizonte se alcanza sólo en los sueños. Galopando, galopando. Sintieron en la entraña la nada del vacío debajo de los cascos. Galopando, galopando. Y cayeron en la bruma de un nuevo día. Despertando.
|