Veinticinco variaciones
sobre un tema de Augusto Monterroso
de
Alejandro Martino

12. LAURA VA


     Fue una dura semana de trabajo en la financiera. Era domingo y pudo dormir la siesta. Tuvo un sueño vívido y bello.

     Ella formaba parte del pequeño grupo del Comandante Ernesto “Che” Guevara. Avanzaban entre árboles y malezas de la selva boliviana.

     Ella recibió el balazo de un francotirador en medio del cuerpo. Cayó boca arriba. Nadie se dio cuenta, salvo el “Che”, que se quedó para cubrirla. La cubrió, literalmente, con su cuerpo mientras por encima volaban balas esporádicas, furtivas.

     Al poco tiempo, ella supo que yacía sobre el colchón rojo de su propia sangre.

     —Ernesto, siempre te amé —le dijo al compañero—. Recién ahora te lo digo porque la muerte envalentona.

     El “Che” le besó la frente y, sincero, le propuso:

     —Hagamos el amor.

     Y lo hicieron.

     El orgasmo, esa pequeña muerte, antecedió por un instante a la otra, la muerte grande.

     Ella vivió la muerte como un sol pleno, radiante. Y, envuelta en rayos, el sueño terminó.

     Cuando despertó, el Comandante ya no estaba allí. En lugar del orificio de bala tiene, como siempre, el ombligo. Sólo entonces descubre que está en su casa de Almagro. En el living su esposo y su hijo escuchan música.

     Mientras se deshace de la doble embriaguez del sueño va percibiendo mejor.

     —Es “Laura va” de Almendra —se dice.

     Ahora le llega clara la voz de su esposo:

     —...escuchá, hijo, escuchá qué final.

     Y el flaco Spinetta canta:

     “La cubre de besos y el sol también”.


© Alejandro Martino