Veinticinco variaciones 5. JAZMINES
No soporta seguir con vida pero no quiere matarse. Años más tarde viaja al sur de América. Tiene un sueño espantoso. Sueña que dos soldados altos y vestidos de negro se burlan de él diciéndole: “Vení, judío. ¿Buscás a tus padres? Ahí los tenés. (Señalan el humo que sale de una chimenea.) ¿Buscás a tus pequeñas hermanas? Ahí las tenés. (Señalan el humo.)”. Flota en el campo olor a carne quemada. |
Cada noche, al acostarse, tiembla pensando que el sueño se repetirá y ello sucede tantas veces que adopta la forma de una tortura. El olor del sueño se pasa a la vigilia y él cree que lo lleva enredado en la nariz. No existe en el mundo otro olor más que el de su pesadilla. El rostro se le transforma en una mueca atroz que espanta a cuanto ser humano quiere acercársele. Una noche, después de varios años de soñarla idénticamente, la pesadilla varía: dos soldados altos y vestidos de negro se burlan de él diciéndole: “Vení, judío. ¿Buscás a tus padres? Ahí los tenés. (Señalan el humo que sale de una chimenea.) ¿Buscás a tus pequeñas hermanas? Ahí las tenés. (Señalan el humo.) Y aquí el sueño se extiende. Él mira el humo, sonríe, aspira hondo por la nariz y le dice a los soldados: “¡Qué hermoso perfume! Mis padres y mis hermanas siempre olieron a jazmín. Tienen razón, ésa es mi familia. La que perfuma el aire que ustedes respiran.” Cuando despertó, el aroma de los jazmines todavía estaba allí, envolviéndolo, acompañándolo.
|