Sol de patio
de Alejandro Martino

Composición tema: “Los abuelos”

 

     Mientras jugábamos en el potrero, Luis me dijo que abuelo quiere decir padre del padre o padre de la madre. No le creí. También pensé que era un zonzo porque eso es muy poco. Nada, comparado a lo que yo sé que es un abuelo. Él siguió hablando y yo, distraído. No lo escuché y me perdí en un olor a goma laca, en la visón del horizonte del río detrás del puerto, en dos manos cariñosas y en el unicornio. Volví al potrero y a Luis porque me sacudía de la camisa preguntándome ¿qué te parece? le dije nada y se ofendió ¿desde cuándo mis inventos te parecen nada? eso no es un invento, eso es una definición ¿qué definición? abuelo es el padre del padre o el padre de la madre. Eso fue hace media hora, el invento te lo conté después, te lo repito: del paraíso cuelgo una soga y me escapo por la quinta de los portugueses desde el fondo de mi casa sin quemarme las manos, es mi técnica nueva sin escupida y sin guante. Lo paré y le pregunté tu abuelo dónde nació, me dijo en Italia. El mío nació el siglo pasado. Eso no es dónde eso es cuándo. No, eso es dónde porque el siglo pasado cuando mi abuelo nació Mar del Plata no se había inventado, mi abuelo nació en una playa desierta donde después inventaron Mar del Plata, así que no había dónde nacer sino cuándo y mi abuelo nació antes que nada. Te creo, pero no vas a comparar a Mar del Plata con la Italia ni a tu abuelo con el mío porque me enojo, para que sepas Italia es más grande que Mar del Plata y mi abuelo vino en un barco. A los barcos los inventó mi abuelo. Te cuento cómo los hace: con madera y cola, primero los fabrica chiquitos, cuando están listos dice que yo soy el capitán y que los timonee en la bañadera llena de agua, me muestra cómo se los impulsa, hay a goma, a hélice con motor a pilas y hubo a calderita de vapor, me deja solo toda la mañana probándolos, a veces el mar de la bañadera se seca porque el tapón está rajado y otras veces nos llama mi abuela para comer, si el barco aguanta sin hundirse hasta ese momento mi abuelo sonríe y dice “funciona”, entonces trabaja cada tarde en la piecita de arriba de su casa. Llega del laburo, se pone el mameluco blanco, toma un regio café con leche y se encierra a terminarlo, lo va agrandando de a poco hasta dejarlo del tamaño real. La mañana del sábado dice vamos al puerto y me explica cada barco con su bandera y su país lejano. Él no me señala cuál de todos es el que fabricó esa semana pero yo sé que es el más blanco, el recién pintado, el de Suecia porque tiene los colores de Boca y porque es muy moderno. Los de Suecia antes de venir para acá pasan por Italia así que tu abuelo se debe de haber subido a un barco sueco que hizo el mío y que yo probé en la bañadera cuando era chiquito. Mi abuelo le dice “la maqueta”, si “la maqueta funciona” (eso lo averiguo yo después de varias horas de prueba) mi abuelo lo agranda y lo botamos en el puerto. Por si no sabés, una botadura se hace así: mi abuelo compra un huevo de pascuas en la panadería, lo estrella contra la proa mientras yo corto una cinta argentina y el barco comienza a moverse en su carrito sobre vías de tren, ahí tengo que pedir los tres deseos, el barco entra al agua por la popa, el carrito se hunde en el río y entonces flota. No podemos movernos hasta que se pierda en el horizonte, el horizonte mío está más cerca por eso siempre creo que el barco ya se fue pero mi abuelo me dice que sigue viéndolo, que cantemos alguna canción de marineros, me sube a sus hombros y desde ahí lo saludo con el pañuelo anudado. Al terminar la botadura el barco cruza en diagonal hasta Suecia, cuando vuelve tu abuelo se sube, también suben otros abuelos y bajan todos en el puerto. Mi abuelo dice que cuando sea grande voy a poder manejarlo por el mar de verdad pero yo le digo que a Suecia no voy porque hace frío, entonces mi abuelo dice que como soy su mejor timonel le ponga rumbo hacia donde sople el mejor viento (estas palabras se las escuché por primera vez cuando los hacía a vela). Ya viste dónde nace nuestra amistad, ahora decime quién te dijo lo de padre del padre o padre de la madre. La señorita Yolanda. Después mi mamá me puso este ejemplo: yo tengo a mi abuelo Genaro, el de Italia, que es mi abuelo porque es padre de mi madre o sea ella y que mi abuelo padre de mi padre no tengo. Mi abuelo tiene una zapa y cultiva la tierra, ese pedacito de tierra que hay al frente de su casa, y el tuyo tiene alma de armador de barcos. Mi abuelo arma los barcos, y arma de todo porque tiene manos grandes y los brazos peludos, también pinta: los barcos, casitas, cuadros y otras cosas. Cuando pinta cosas pequeñas se hace los pinceles con los pelos de su propio brazo, elige los más apropiados para cada obra, los corta con el alicate de pelar cables, los ata a un palito de chupetín con hilo de coser y sella el nudo con lacre. La goma arábiga no sé para qué la usa pero deja un olor como el del extracto de trementina (ese nombre me hace acordar a una tía). Además cuando cumplí los diez, mi abuelo dijo que era una fecha importante y me regaló un unicornio. ¿Qué es eso? Un animal mitológico que ya no existe —salvo el mío— pero que existió en una época, antes de que nacieran los abuelos. No me digas que tu abuelo hace animales porque eso no se lo cree ni Magoya. Sí que hace animales. ¿De carne y hueso? Nooooo, de diversos materiales. ¿Qué es diverso? Diverso es madera balsa, cartón, arcilla, baquelita. ¿De baquelita? Ese sí que es un nombre de tía. El unicocuerno debe ser un monstruo, nunca vi un animal hecho de tantos materiales. El unicornio está hecho de yeso, lo tengo en una caja de zapatos abajo de la cama junto a las bujías que me regaló tu tío Vicente. ¿Me lo mostrás? No. ¿Por qué? Porque es muy tímido y se escapa. Le voy a decir a mi tío que no te regale más nada y ya mismo me devolvés las bujías porque eran mías. Me las regaló tu tío y lo que se regala no se quita. ¡Tiene un unicuerno de baquelita! ¡Tiene un unicuerno de baquelita! ¡Mariquita! Te dije que era de yeso. Y yo te corto el pescuezo. No seas pavo. Pavo, pavo en tu unicuerno me... No lo dejé terminar el versito y salí corriendo por el cordón. El último cooola’ e perro, canté. El primero es un viiigilante, me gritó Luis que resbaló y metió una esquipi en el charco. Los unicuernos no existen. Sí existen. Los unicuernos no existen y tu abuelo no sabe hacer nada, ni pinceles, ni barcos, ni nada. Corrí para casa y Luis pisándome los talones. Entré, saqué la caja de zapatos, no se atrevió a cruzar el patio, me espiaba desde el pasillo, volví con la caja junto a él, la abrí dispuesto a devolverle las bujías pero cuando levanté la tapa sus ojos brillaron como estrellas. Nunca había visto un unicornio, se quedó inmóvil, [atónito] y emocionado. Allí estaba frente a sus ojos —los del mundo— el unicornio. El mejor regalo que me han hecho jamás. En plena siesta apareció entre mis manos la obra viva de las otras manos, las de los barcos, los cuadros, las caricias, los paseos y el mejor viento. Un unicornio de yeso pintado con polvo de oro saltó de su oscuridad de caja a nuestro sol de patio. Luis me miró conmovido. “Es hermoso —dijo—, sí que existe”. Nos fuimos caminando lentamente y tomados de los hombros le hicimos un techito para que el sol no nos prive de la luz que fluye de su cuerno de espiral y arco iris. Regresamos al potrero. [Dos amigos y un misterio atraviesan hermanados la huerta más fértil del barrio.] Luis, entonces, dijo “Entremos, quiero contárselo al abuelo Genaro” y preguntó ¿Cuándo viene tu abuelo a visitarte? El domingo, ¿por qué? Quiero que el mío conozca al constructor del barco que lo trajo de Italia.

 

© Alejandro Martino